Has visto, verdaderamente has visto la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa... Has tocado, de verdad has tocado el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás... Has vivido como un golpe en la frente, el instante, el jadeo, la caída, la fuga... Has sabido con cada poro de la piel, sabido que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón, había que tirarlos había que llorarlos había que inventarlos otra vez.

miércoles, 10 de enero de 2007

Hoy llueve sobre Buenos Aires. El cielo está tristón, y las calles húmedas y llenas de gente que corre como si nunca antes hubiera llovido.
Y mi paraguas marrón está enterito, sano, y tan cómodo que se esconde en la cartera cuando no tiene que estorbar. Y ojalá fuera un paraguas de esos grandotes, viejos y rotos, como el que alguna vez llevara la Maga en la mano.
Tantas cosas me separan de la Maga, que el paraguas es sólo una anécdota. Tengo más bien mi lado Oliveirano, cortazariano al mango.
Llueve sobre Buenos Aires.
(Yo sospecho que también llueve sobre el Pont des Arts.)


"Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos."

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