En estos últimos tiempos no he hecho más que confirmarme a mí misma que soy altamente frágil ante el dolor, al dolor del cuerpo y al dolor del alma. Dolor, dolor, dolor, simplemente no lo soporto. Me paralizo, tiemblo, me dan unas ganas terribles de llorar a gritos cuando lo veo venir.
Así que ya saben, si alguna vez quieren debilitarme y, eventualmente, destruirme, no tienen más que amenazarme con una gillette, o simplemente, abandonarme.
viernes, 3 de noviembre de 2006
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