Has visto, verdaderamente has visto la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa... Has tocado, de verdad has tocado el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás... Has vivido como un golpe en la frente, el instante, el jadeo, la caída, la fuga... Has sabido con cada poro de la piel, sabido que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón, había que tirarlos había que llorarlos había que inventarlos otra vez.
Como bien lo expresara mi hermana, conocida hechizera de Jarmush, en su blog, las mujeres solemos exteriorizar los vaivenes de nuestra marea interna a través de cambios en el peinado o modificando el color del blog. Heme aquí. Sigo con mi monotonía peluqueril, pero con nuevos tonos bloggerianos. Tonos cálidos, otoñales, que nos remiten a las veredas forradas de hojas secas y a un rico café con leche en el living de casa. Y para que siga estando orgullosa de mi (vaya uno a saber por qué), y para que no me tilde de "niña boba", prometo no dejar de plancharme el pelo, ni preocuparme por hacerme el rebajado de moda. He dicho.
Llévese estos ojos, piedritas de colores,
esta nariz de tótem, estos labios que saben
todas la tablas de multiplicar y las poesías más selectas.
Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo,
me quito las uñas y dientes y le completo el peso